Una araña trepa por una botella de vino que tengo en la mesa de la cocina desde hace 2 días. Me asusto y salgo a buscar algún palo para matarla pero ya es tarde, ella empieza a perseguirme. Y entonces corro rebotando entre las paredes, corro entre los tapados de piel de mi hermana, corro hacia una puerta y cuando la abro ahí estás vos, esperándome, escupiendo arañas que seguro significan un “te voy a dejar” pero no quiero ni pensar en eso, prefiero pensar en las arañas. Corro para la ventana y ahora no sólo me persiguen las arañas sino vos, que me vas a dejar y escupís arañas, corro por mi patio y te puteo, te tiro con una banqueta pero vos insistís en llenarme la casa de arañas y estropear mis libros y mi guitarra, que ahora tiene cuatro arañas tocando un tema de Kiss. Como si fuera poco sacaste de tu morral un disco pirata que compramos en el Parque Rivadavia y lo estrellaste contra el piso para que las arañas hagan una orgía sobre él... Mejor me tiro, pero no por esa ventana, sino por aquella otra, la que da a un lago de alcohol. Vuelo, juro que estoy volando, y cuando caigo al lago siento cómo lentamente se me empieza a hinchar el estómago y el hígado va a colapsar en cualquier momento, pero nado lo más fuerte que puedo para escaparme de vos, que me gritás por la ventana que soy un cobarde, pero yo sigo nadando y me alejo de mi casa que ahora es tuya y de tus arañas y nado, nado aunque ya me esté cansando, nado aunque no sepa hacia dónde, nado hacia una pequeña isla que seguro está muy cerca, que no la espero...
pero
pero
la
deseo.