- Al que quiere celeste que le cueste – dijo Verde
- Pero qué frase más pelotuda – respondió Celeste
- Pero es cierta esa frase, además ¿por qué me tratas así? – Verde se impacientó ante la agresión de Celeste
- Es que me importa un carajo lo que me digas, Verde, seguro sos como todos, me querés coger algunas noches primaverales y después te vas... – Celeste retrucó dura, en contraposición a su color.
- Bueno primero tranquilizate un poco, la noche no da para discutir
- No puedo tranquilizarme porque en los cuentos de Gonzalo no hay tranquilidad, no existe esa palabra...
- Bueno, esperame un segundo que voy a abrir la ventana
- No, no hay ventanas en este cuento...
- Está bien, ya entendí, entonces nos moriremos de calor hasta que se levante la tormenta y refresque un poco. Te invito una cerveza
- No, está prohibido el alcohol ¿te acordás que a Gonzalo no lo dejan escribir más sobre eso?
- Cierto...
- Después no digas que no te cuido
- ¿Vos me cuidás? Estoy en re buenas manos entonces...
- Me encantás cuando te ponés irónico. Tomemos una Fanta mejor...
- No entiendo
- ¿Qué no entendés? Sobre gaseosas sí lo dejan escribir...
- Sí eso sí, no entiendo por qué te gusto cuando soy irónico
- ...
- Y sí, prefiero gustarte cuando te hablo de lo que hice con los otros colores hoy a la tarde, cuando te hablo de cine...
- ¿Ves cómo sos, Verde? Ya te lo dijo tu psicóloga, no podés manejar a la gente ni proyectar tu visión de vos mismo a los demás para que todos te veamos de la misma manera. A mi me gustás cuando sos irónico, para hablar de cine hablo con cualquier otro color que me encuentre por ahí...
- ¿Y eso es bueno? Digo que te guste cuando soy así
- Calculo, es diferente... Mirá, se largó a llover al final.
- ¿Cómo sabés si no hay ventanas?
- Uh... Verde... No podés saberlo todo, no importa cómo lo sé, se largó a llover. Basta de querer saberlo todo, me voy a cansar.
- No te enojés. Estás linda hoy...
- Me molesta que otros colores me digan eso... ¿Vamos a caminar?
- Pero llueve...
- ¿Y?
- Bueno vamos...
- No mejor no. Era sólo para ver que me decías – dijo Celeste riéndose
- ¿Te querés ir a vivir conmigo?
- Puede ser...
- ¿Y tener hijos?
- Puede ser...
- Y nos vamos a vivir a Colombia, Cartagena tal vez...
- Puede ser...
- Rosa me regaló un charango, lo podemos llevar y nos tiramos por ahí a zapar toda una tarde
- ¿Me lo decís para que me ponga celosa de Rosa?
- No, te lo digo porque puedo llevar mi charango
- Mejor no.
- Bueno, entonces comprame un cuatro venezolano apenas llegamos.
- Ni en pedo. Che, ya es tarde, me pido un taxi y me voy...
- ¿Ya...?
- Si, es tarde, muy tarde...
- ¿Pero quedate un rato más?
- No
- Dale...
- No y callate que estoy llamando al taxi. Mejor me tomo uno en la esquina. Nos hablamos...
- Dale, ¿tenés mi celular?
- No existen los celulares, al escritor de este cuento le molestan los celulares, por lo tanto no existen en este relato.
- ¿Pero como te vuelvo a ver?
- Ya nos cruzaremos... y si no, un gusto che...
El taxi arrancó con la velocidad que arrancan los taxi cuando está lloviendo y Verde caminó hasta la parada del 15 protegiéndose de la lluvia con un pequeño paraguas.
lunes, 16 de noviembre de 2009
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