jueves, 28 de abril de 2011

Creencias

“La noche buena se viene.
La noche buena se va,
y nosotros nos iremos
y no volveremos más.”
Isidoro Álvarez Alonso

I

El 23 de diciembre ellos partieron en tren. Se fueron a Valparaíso y dejaron atrás sus trabajos, sus amigos, sus familias y todo lo que los ataba a la ciudad natal. Lo planearon el 22, en el bar de la esquina de la casa de ella. “Nos vamos, ahora, ya” dijo ella. Él no se sorprendió, había leído el cuaderno de anotaciones de su novia y vio un poema que decía:
“En alguna parte del mundo,
alguien está escuchando la misma canción que yo.
En alguna parte del mundo,
alguien está leyendo el mismo poema que yo.
Ya no me interesa saberlo,
mientras me vaya sola con vos.”
Se rieron de la desesperación con la que oía la voz de ella y luego de unos segundos de silencio, él dijo mirando por la ventana del bar: “Navidad en un nuevo lugar, sin planes y hasta que nos aburramos”. Dejaron la plata del vino en la mesa y salieron corriendo a la estación. Consiguieron boletos para el 23 a la mañana. Cada uno fue a sus casas, armaron unos bolsos, con más libros que ropa, con música y sus cámaras de fotos. Se acostaron. A la mañana bien temprano se fueron, sin llamar a nadie, sin avisar a nadie, ellos se fueron.

II

Ellos me lo contaron un mes después de que planearan todo. Estábamos tomando unas cervezas en un bar cerca del puerto. Habían encontrado hostel más rápido de lo que habían imaginado. Tenían el dato sobre una casa antigua donde paraba gente y había lugar. Durante todo el 23 caminaron por el puerto, por la ciudad y por las ferias. A la noche, fueron a un bar que pasaba brit pop. Recién el 24 a la mañana se dieron cuenta de lo que habían hecho. No llevaron celulares, nadie se iba a preocupar. Los padres de ella habían muerto. El padre cuando ella tenía 4 años y la madre hacía 6 meses. Los padres de él vivían en Praga, se fueron a vivir allí cuando se jubilaron hace 10 años. Y los amigos nunca se preocupan, a los sumo después mandan un mail y listo. Hacía meses que no se los veía tan felices. Jugaban a molestarse, se reían, se acariciaban, corrieron la última bajada que había hasta el centro.

III

Ellos no podían creer que en el amor saliera algo tan redondo, tan perfecto. Tal vez fue porque no lo habían planeado, tal vez fue el lugar que eligieron. Apoyados en una baranda mirando el inmenso Pacífico, con los fuegos artificiales en el cielo con pocas estrellas y con dos pequeñas copas que se robaron de un bar, brindaron por la nochebuena. Mientras me contaban esto, él la tenía tomada de la mano y se reían. Fue la primera vez desde que empezaron el relato, que me ponían incómodo. Igual, siempre me habían parecido buena onda, y preferí pensar que eran muy tiernos.

IV

Mañana a la mañana viajan para Guaymallén. Me pareció raro que se vayan a Mendoza, pero así tenían pensado pasar todo el año: un mes en cada lugar puntual al que decidan ir. Hay personas que creen profundamente en cómo funciona el amor. Hay otros que para seguir creyendo, nos aferramos a las historias de estos desconocidos que luego de alguna copa pasan a ser amigos con los que uno después se mantiene en contacto.

4 comentarios:

  1. gracias, gonzalo. estoy segura que pasé por acá antes a leerte. memoria memoria...

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  2. Historias de amor. Esas son las mejores y más dignas de leerse, contarse y (por qué no) vivirse.

    Abrazo!

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  3. eterno romántico querido tocayo

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  4. Ufff Gonza!! Que viaje tan lindo me permitiste hacer. Gracias!! Me encantó!!

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